Canto de Carpinterito (accesible vía QR).
Sonido: Guillermo Egli
Fotografía: Vicente Valdés
Ilustración: Pila Raymond
Yo doy las pulsaciones del bosque
Quién sabe dónde están las sienes, las muñecas
y el corazón del bosque?
Yo golpeo en esas sienes y en esas muñecas
No, no busco romper el árbol, ni despertarlo
Ellos quedaron así, en esa somnolencia grave
por un mal encantamiento.
A rato se les despierta
la copa y así hablan.
Entonces yo apresuro
mi taladro...
(Carpintero; Manuscritos de la Biblioteca Digital de la Biblioteca Nacional; Gabriela Mistral)
“Si quieres pájaros planta árboles”, es decir si quieres algo, debes hacer lo adecuado para obtenerlo.
El carpintero es el más trabajador en la colonia de los volátiles. Verano e invierno pasa en su oficio de taladrar árboles. Respetuoso del mundo vegetal, que por otra parte constituye su propia casa, circunscribe su acción de artesano a los árboles viejos o enfermos. Porque el carpintero no es sólo carpintero. Como en los tiempos en que los hombres inteligentes tenían muchas especialidades, este infatigable bienhechor es también médico y cirujano. Aplica su oído finísimo al cuerpo herido de los viejos troncos y les ausculta el mal que los corroe. Luego su bisturí implacable extrae de allí el cuerpo enemigo con la seguridad de un detector.
(El carpintero; Pajarería Chilena; Juvencio Valle)
Mide entre 15 y 18 centímetros. Habita en bosques abiertos y matorrales densos, se lo percibe a una altitud entre los 0 y 1.500 m. El carpinterito es chico y fornido, de pico corto y en forma de cincel. Casi todo blanquinegro, con barras por encima y líneas por debajo. Macho con parche rojo en la nuca, ausente en la hembra. Listado desde la garganta hasta el vientre. Su voz suena como un reclamo agudo “¡piik!”, también un gorjeo parloteado (Jaramillo, 2011).
Entre los mapuches, se dice que si uno va atra-vesando un bosque y oye a su derecha a un picamadera picoteando un árbol, hay que de- tenerse y gritar: “¡Dueño del mundo, favoréceme! ¡Y tú, gentil ave, arrodíllate por mí y sábete que quiero llegar felizmente al final de mi viaje!” Y diciendo esto, prosigue su marcha, tranquilo ya respecto a su destino. (Plath, 2000)